Para desesperación de los que llevaban meses negando la evidencia, la semana pasada el miedo a la crisis invadió definitivamente todos los mercados y generó una sensación de desconfianza como no se veía en una década, desde la crisis del fondo LTCM en 1998.
Las portadas de los medios norteamericanos eran un poema este fin de semana: "La palabra con R (recesión) en todos los labios", "Más empleos desaparecen", "Los economistas capitulan", "Los impagos en su nivel más alto desde 1985", "La Fed tiene que aumentar sus préstamos para afrontar la crisis de liquidez", "Se habla del petróleo a 200 dólares", etc. Y el reflejo de esta depresión está en Wall Street, por debajo de los mínimos de enero -y en sus niveles más bajos desde 2006-.
Pero quizá sea más ilustrativo lo que está ocurriendo en la renta fija y en los derivados. En la última década, la negociación en estos mercados se ha multiplicado por las facilidades de acceso a estos productos proporcionadas por la banca a inversores muy activos como los hedge funds. Pero ahora esa fuente de liquidez se ha secado porque los bancos buscan proteger sus deteriorados balances por culpa de las amortizaciones de activos que han perdido su valor. Y este fin del crédito para operar en los mercados ha originado una espiral negativa en los mercados de tipos de interés, hipotecas, bonos municipales y corporativos, y de derivados de crédito.
A medida que los inversores han eliminado los activos hipotecarios de sus carteras, los diferenciales de los swaps de tipos (productos para cubrir el riesgo de interés) se han disparado más de un punto porcentual por encima de los tipos de los bonos del Tesoro. En cuanto a los derivados, el coste del aseguramiento contra los impagos de las compañías ha alcanzado máximos históricos en EEUU, Europa y Japón.
En esta situación, la Reserva Federal tuvo que actuar el viernes con inyecciones de liquidez a corto plazo de 100.000 millones para proporcionar más efectivo a los bancos a cambio de los activos de crédito e hipotecarios que no quiere nadie en el mercado pero que la Fed sí acepta como garantía. Pero el temor es que esta medida sólo sea un parche demasiado pequeño para la magnitud del problema. La sensación de que Bernanke no tiene capacidad para resolverlo -que ya lleva meses encima discutiéndose-, pese a que siga bajando los tipos o inyectando liquidez, es ahora generalizada.
'Margin calls' y 'fire sales'
Como les hemos contado recientemente en Bolságora, el cierre del grifo del crédito por parte de los bancos junto con la caída de las cotizaciones en los mercados han provocado la exigencia de garantías adicionales ('margin calls') a los inversores. Como éstos no tienen liquidez para hacerlo, tienen que vender los activos que habían comprado a crédito a cualquier precio ('fire sales'). Es lo que pasó la semana pasada al hedge fund Peloton y a uno de los fondos del grupo Carlyle, y realimenta las caídas de precios de los mercados, lo que a su vez hace que los bancos pidan más garantías a los demás inversores, y así sucesivamente.
Este desastre hace que muchos expertos piensen que la crisis actual va a durar bastante más que la de 1998: "La quiebra del LTCM fue un acontecimiento transitorio comparado con lo que ocurre hoy; no se trata del colapso de una entidad, sino de millones de propietarios de vivienda que están no ya con el agua al cuello, sino debajo del agua", explica gráficamente Bill O'Donnell, estratega de UBS, en el 'Financial Times'.
Lo cierto es que, hasta que los precios de la vivienda no dejen de caer y hasta que los embargos no dejen de crecer, los inversores seguirán dando la espalda a los bonos respaldados con hipotecas. De hecho, el jueves Citigroup anuncio que reducirá sus activos hipotecarios en EEUU en 45.000 millones de dólares durante 2008.
Además, al contrario que en las crisis inmobiliarias anteriores, el sector bancario está mucho menos preparado para hacerla frente por culpa de la oleada de concentraciones bancarias de la última década. Eso significa que el dolor está más concentrado en un pequeño grupo de grandes entidades, que son las que tienen la llave para mantener la liquidez en los mercados.
Y todo eso, siempre que nos encontremos en una crisis del tipo de la de 1998, es decir, puramente financiera. Pero si, como todo indica, la crisis provoca una dura recesión en EEUU parecida a la de 2001, entonces el sufrimiento en los mercados no habrá hecho más que empezar.
- Por Ainhoa Giménez, Bolságora
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