martes, 22 de enero de 2008

La costa española es modelo de desastre urbanístico

Andrew Williams, asesor internacional de inversiones inmobiliarias

Tengo 43 años. Mi padre llegó a Malasia a combatir y se convirtió en el mayor promotor inmobiliario. Desde pequeño me ha fascinado cómo todo el mundo se pone de acuerdo para poder construir. España ha dilapidado su costa: ojalá Brasil y Turquía aprendan de su error
La costa española - en especial la Costa del Sol y Benidorm- es hoy ejemplo en el mundo de lo que no hay que hacer en las áreas emergentes de inversión inmobiliaria.

¿Citan el error español a menudo?
En Brasil están obsesionados con no repetir el desastre español y también lo apuntan a menudo los turcos y los sudafricanos: ayer volví de Ciudad del Cabo y allí citaron el antiejemplo de la costa española.

¿Puede ser más específico?
En la Costa del Sol, Benidorm y otras áreas del Levante español se han dilapidado en apenas tres décadas las riquezas de la costa mediterránea: uno de los patrimonios naturales más valiosos de Europa.

Los europeos siguen comprando allí.
Ya sólo las clases medias-bajas. Los más cultos y ricos ya no invierten en la costa española, porque son conscientes de su ruina ecológica y cultural.

¿En qué sentido?
Ha faltado planificación urbanística y las infraestructuras son pobres e insuficientes. Muchas de las urbanizaciones que se han construido en la costa son burbujas aisladas del tejido urbano tradicional. Usted compra un apartamento o un chalet y vive aislado en su urbanización con servicios deficientes y sin oferta cultural o social ni continuidad con el tejido urbano, y... ¿quién quiere vivir en una burbuja?

Pero el sol español sigue saliendo...
Cada día, pero el valor de las inversiones se degrada y esa es una espiral decreciente: los precios bajan, y también el nivel social de los británicos o alemanes o europeos que compran en España se va degradando.

¿No hay marcha atrás?
Un pedazo de costa virgen se puede arruinar en unos meses, pero recuperarlo es imposible: se pierde para usted y sus descendientes. Una vez se ha plantado el ladrillo sin respetar el patrimonio natural y cultural, que es lo que mantiene el valor de una inversión residencial, el valor de esa propiedad empieza a degradarse.

¿Por qué cree que en la costa española se ha edificado tanto y tan mal?
Las decisiones trascendentales que comprometían la riqueza natural de la costa española se han dejado en manos de políticos locales que no han sabido, no han podido o no han querido resistir la presión de los constructores. No ha habido planificación urbanística a tiempo y la que existía se ha ignorado con total impunidad y a menudo con la connivencia de los partidos políticos.

¿Se ha hecho todo mal?
En la costa, sí, pero en las grandes ciudades españolas se ha conseguido una efectiva regeneración urbanística que ha mejorado la herencia franquista: se han respetado los cascos históricos con su valor cultural y su tejido urbano tradicional, y eso las convierte en una buena y duradera inversión.

¿Por qué en las ciudades se ha hecho mejor que en la costa?
Porque el control social y, por ende, político ha sido mayor. La Administración allí, en principio, era más fuerte frente a las presiones de los constructores.

¿Qué inversión inmobiliaria aconseja?
Lo primordial para preservar la herencia natural y cultural de un país en el que realizas una inversión inmobiliaria es el tempo.Hay que evitar las prisas que crean burbujas.

Siempre hay prisas por enriquecerse.
El afán de lucro es legítimo, pero, si sólo pensamos a corto plazo, lograremos muy poco beneficio a cambio de toda nuestra riqueza natural. Si vamos demasiado rápido, generamos una burbuja residencial en el espacio, al crear construcciones aisladas del tejido urbano, que necesita años para tejerse, y una burbuja especulativa en el mercado que enriquece a unos nuevos ricos.

Y las burbujas se deshinchan.
Es inevitable. Siempre ha sido así.

¿Usted cree que el colapso crediticio va a detener todo desarrollo inmobiliario?
En absoluto. Es un fenómeno tan sólo bancario y afecta sobre todo a EE. UU. y una parte de Europa; en cambio, existe una enorme liquidez para inversiones inmobiliarias fuera de ese sistema. Como mucho, viviremos un breve paréntesis - un año o poco más- y después el crecimiento se impondrá.

¿Cómo consigue imponer su asesoría?
Es cuestión de sentido común y de visión a largo plazo. Ahora mismo llego de Ciudad del Cabo, donde, si quisieran, tienen demanda y presión inversora para construir en todas sus magníficas playas. En cambio, la Administración se ha comprometido a permitir sólo unos pocos edificios - los mejores proyectos sostenibles- y a dar los permisos con cuentagotas. Así mantendrán al alza el valor de las inversiones que se realicen.

¿Por qué?
Porque son los recursos naturales y culturales los que mantienen el valor de una inversión inmobiliaria: si los destruye para edificar sobre ellos, después de la euforia sólo tendrá un montón de ladrillos bajo el sol.

Y por eso no se puede pedir mucho.
Eso es lo que trato de evitar que ahora suceda en las espléndidas costas de Sudáfrica, Brasil o Turquía, y creo que allí, de momento, lo han entendido mejor que en España.

¿Un ejemplo de desarrollo sostenible?
Australia y Nueva Zelanda han sido más cuidadosas que los europeos a la hora de proteger sus playas.

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